viernes, 15 de febrero de 2013

Cambiate a ti mismo

Las revoluciones que se han hecho en el mundo han fracasado, porque hechas con mentalidad política han pretendido cambiar la sociedad transformando sus estructuras.
El político actúa convencido de que lo que hay que cambiar está afuera, que los equivocados son los otros y que la razón está de su parte.
Omnipotentemente tratan de imponer a los demás sus puntos de vista, y jamás se les ocurre pensar que el cambio debería comenzar por él. El hombre consciente está convencido que no se puede cambiar la sociedad mientras no cambie el individuo; la sociedad es una palabra, lo que realmente existe son las personas que la conforman, y estas son las que necesitan cambiar.
Decía el sabio Bayazid: " Cuando yo era joven le pedía a Dios que me diera fuerzas para cambiar el mundo; a medida que fuí madurando le pedía a Dios que me diera fuerzas para cambiar a mi familia y mis amigos, y ahora que soy un viejo le pido a Dios que me fuerzas para cambiarme a mi mismo ".
Habitualmente llegamos a comprender un poco tarde que este es el camino correcto. Cuando la revolución es social se impone a través de la violencia, engendrando odios, venganzas y resentimientos. Cuando la revolución es individual nace al amparo del amor y la comprensión, su finalidad es compartir y servir, no dominar ni usar el poder para satisfacer apetitos mezquinos.
Por más que se disfracen de revolucionarios, quienes no han conocido el amor al prójimo, quienes le niegan la importancia a los pequeños detalles de la vida, quienes han fracasado en sus relaciones de amor, familiares o de amistad, están deprovistos de la condición humanística necesaria para encarnar un liderazgo solidario. Aquí cobra nuevamente vigencia aquella sentencia bíblica que dice " por sus frutos los conocereis ". Las palabras edulcoradas de los demagogos se las lleva el viento y solo alcanzan a edulcorar los oídos de los ignorantes.


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