Nada en la vida ocurre por capricho. Toda accion tiene su efecto y su consecuencia. Los acontecimientos son la consecuencia de eventos que a veces desconocemos o que en otras hemos olvidado, y por ello hablamos de buena o mala suerte, de buen o mal destino. Cada uno forja su destino
con la suma de sus acciones, sentimientos y pensamientos, que
cotidianamente van formando lo que podriamos llamar potencial de
destino.
Si mis pensamientos son de fracaso o mis sentimientos de
victima, esta enorme fueza se ira condensando y finalmente se hara una
realidad. No hay destinos oscuros, hay sombras en el camino del propio
destino, sombras que con frecuencia son nuestros propios temores; sitios oscuros de nuestra conciencia.
Asumir
la posibilidad de transformar nuestro potencial de destino es recuperar
el control de nuestra vida. Ya no somos victimas de los otros o de la
suerte, y entendemos que cada cosa que ocurre tiene una razon de ser,
viene a enseñarnos algo. Un problema se transforma en una oportunidad para aprender.
Comprendemos entonces que cada acto, sentimiento o pensamiento generara en un futuro aquello que llamamos destino; esta comprension nos torna en responsables de todas nuestras acciones, en artifices conscientes de nuestro destino.
Nada hay que no tenga solucion como no hay nada que no pase. Pasan tanto los momentos de alegria como los de angustia, preocupacion o tristeza. La vida es como es y solo quienes pierden la fe se pierden realmente. La fe da la fuerza para esperar el milagro, nos provee de inteligencia para alumbrarnos en la oscuridad, nos reactiva en el inconsciente potenciales insospechados, nos reafirma la conviccion de que cuando no nos queda nada, nos queda Dios, y si tenemos a Dios lo que nos falta hoy, es para que aprendamos a vivir mañana en equilibrio y sobriedad.
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