lunes, 25 de noviembre de 2013

Reflexiones XIII

El amor debiera ser pero no siempre lo es un estado de felicidad constructiva. Un amor consciente puede ser una bendición, pero cuando degenera en una pasión efermiza se transforma en una fuerza destructiva; con razón la sabiduría popular dice " hay amores que matan ".

Esencialmente somos un deseo de vivir que se proyecta en el tiempo. A medida que vamos adquiriendo eso que llaman personalidad, vamos tomando formas y maneras condicionadas por el ambiente y por nuestros mayores. Tal vez, con mayor frecuencia de lo deseable, terminamos siendo lo que los padres esperaban de nosotros.

Tal vez pasar por la vida con demasiada seriedad y obsecuencia, pueda inducirnos una personalidad depresiva. Los demás nos considerarán dignos ejemplos a seguir, pero nunca imaginarán el precio que hemos tenido que pagar por ello.

La vida está en el aquí y ahora. Quebrantar esa realidad y vivir en función de propósitos ajenos puede conducirnos a la frustración y el desencanto; el mayor fracaso que pudieramos tener es pasar por la vida siendo ajenos a lo que somos.


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